viernes, 23 de enero de 2015

Sobre la historia y la universidad

Puesto que este blog está vinculado a mi cuenta de Twitter, prácticamente todos los que me seguís debéis estar hartos de escuchar mis quejas, pero creo que necesito expresar mi frustración en algo más de 140 caracteres para poder dar por cerrado este tema, así que aquí voy.

Este año, durante el primer cuatrimestre, he cursado una asignatura llamada Historia de Grecia en Época Clásica. Nada de especial, la típica historia por periodos (arcaica, clásica, helenística, etc.). Pero claro, yo soy una friki impresionante de Grecia y de su historia; de hecho es a lo que me querría dedicar en un futuro, y si soy capaz de hacerlo seré inmensamente feliz. Quien me conozca esto lo sabe. Que por supuesto no quiere decir que el resto de asignaturas de la carrera no me gusten (algunas más que otras), pero a esta asignatura le puse especial énfasis y especial cariño. Reconozco que no en todas las clases prestaba demasiada atención, porque con mi profesor (no pondré nombres en este post pero el susodicho ya fue mencionado, y no precisamente de forma amable, en una entrada anterior) era increíblemente difícil no dormirte. Su forma de explicar era más que monótona -aunque alguna vez soltaba alguna chanza- y su forma de dar las clases bastante caótica. No puedo decir que me gustara pero me he encontrado profesores peores. 

El caso es que el temario me encantaba. Como soy como soy, en mis ratos libres suelo leer muchísimos libros de divulgación histórica, acumulando volúmenes sobre Helena de Troya, los espartanos, las Guerras Médicas, y ya no os cuento sobre Alejandro Magno. Con esto no quiero decir que me considere más lista que mis profesores ni nada por el estilo, sino que considero que a esta asignatura le pongo una dedicación mucho mayor que a cualquier otra. Tuvimos que hacer un trabajo, y no solo leí libros y artículos sobre los temas elegidos, además de currármelo bastante, la verdad sea dicha, sino que me lo pasé bien. Disfruté como una enana con los trabajos y con el temario y con la historia de Grecia, y ya está. Me llena como persona y como estudiante, y cuando, cosa rara, eso ocurre con una asignatura sientes que tienes un vínculo especial con ella. 

Y por supuesto el golpe duele mucho más.

¿Por qué? Porque los exámenes han sido una hecatombe, y no precisamente del tipo griego. Las notas no han sido bajas, han sido prácticamente inexistentes. Han sido patéticas, de un patetismo que ni yo ni nadie de mi clase considero que se merece. Considero que se ha cometido una injusticia muy grave provocada por el narcisismo endémico de los profesores universitarios. Dicho esto, y recalcando que, de ser posible, mi intención es elevar una queja a quien sea pertinente, todo lo que sigue a esto es opinión totalmente mía y que mis compañeros no tienen por qué compartir.
Yo he sacado una nota muy mala. Muy mala para mis estándares, claro. Muchos me dirían que no lo es en absoluto, pero tengo unas aspiraciones que quiero conseguir y esta maldita nota me va a arrastrar consigo. Lo que más me ha dolido de este suceso es la traición -disculpad si me pongo dramática- que para mí ha sido sacar esa nota, porque parece que todo el trabajo, esfuerzo, cariño, mimo y perseverancia que le he puesto a una asignatura que de verdad me gusta, a la que me quiero dedicar y que me ha llenado mil veces más que cualquier otra se vaya por el desagüe porque mis profesores se creen dioses y los académicos más maravillosos del mundo entero.Me siento traicionada, y esto es así.
Esto me quita las ganas de seguir trabajando y de seguir esforzándome, porque ¿para qué? Al fin y al cabo a los profesores no les importa lo que hayas aprendido sino Dios sabe qué, y total, las notas son números y números, y los trabajos que con tanto esfuerzo has preparado a lo largo del curso les sirven para envolverse los bocadillos. Y esto no va solo por mi profesor de Historia de Grecia, que ha demostrado ser un verdadero egocéntrico e imbécil, sino por la amplísima mayoría de mis profesores. Siento que el alumno universitario está ahí para ser maltratado, para ser menospreciado y para sufrir. 

Estamos aprendiendo, ¿no es así? Si supiéramos hacer comentarios de texto o de imagen, o cada movimiento de la batalla de Esfacteria o todas las leyes agrarias de la República no nos matricularíamos en una universidad que cada año sale más cara, que cada año se hace más elitista e insípida; no, nos quedaríamos en casa revolcándonos en nuestro magnífico saber, como deben hacer muchos de mis profesores que parecen creerse por encima del bien y del mal. No nos escupáis ni mordáis ni gritéis cuando os preguntemos cómo se hace cual o qué hay que hacer en tal, estamos ahí para APRENDER de vosotros, y el ejemplo que estáis dando es más que pésimo. No sé qué se valora en la universidad actual, pero desde luego el saber, el entusiasmo y el trabajo no especialmente.

Espero que en otros países no sea así, pero el clima de la universidad como centro de trabajo, al menos en el área de Humanidades, me da verdadero asco. Ahí os quedéis con vuestra competitividad y con vuestras pequeñeces y con vuestra bilis.

Yo me voy a ser feliz.

1 comentario:

Unknown dijo...

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